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viernes, 31 de agosto de 2012

ACERCA DE LOS SUPERIORES INCOGNITOS Y DEL ASTRAL


ACERCA DE LOS SUPERIORES INCÓGNITOS Y DEL ASTRAL
RENE GUENON


Cuando escribíamos nuestro precedente artículo sobre La Estricta Observancia y los Superiores Incógnitos, señalando en él la singular obsesión que, para ciertos escritores masónicos y ocultistas, hace ver por todas partes la acción de los Jesuitas en la Alta Masonería del siglo XVIII y en el Iluminismo, no pensábamos ciertamente tener que comprobar semejante obsesión entre los antimasones mismos. Ahora bien, he aquí que se nos ha señalado un artículo aparecido en la Revue Internationale des Sociétés Secretes, en la sección “Antimasónica” del Índice documental1, bajo la firma de A. Martigue, artículo en el cual leemos esta frase verdaderamente sorprendente: “No hay que olvidar, cuando se estudia a los Iluminados, que Weishaupt ha sido alumno, después profesor, con los Jesuitas, y que se ha inspirado mucho en ellos, deformando, entiéndase bien, para hacerlos servir al mal, métodos que los R. Padres de Ingolstadt aplicaban al bien con tanto éxito... ¡salvo cuando se han servido de ellos para formar a Weishaupt y sus primeros discípulos!”

He ahí insinuaciones que, a pesar de todas las precauciones de las que se han rodeado, revisten un carácter particularmente grave bajo la pluma de un antimasón; el Sr. Martigue ¿estaría en disposición de justificarlas? ¿Podría explicarnos en qué los R. Padres del siglo XVIII pueden ser responsables, incluso indirectamente, de las doctrinas revolucionarias del H.·. Weishaupt y de sus adeptos? Para nosotros, hasta que tal demostración se haga, nos parece que es un poco como si se hiciera responsable a los Padres del siglo XIX de las teorías anarquistas desarrolladas en nuestros días ¡por su ex alumno y ex novicio, el H.·. Sébastien Faure! Se podría sin duda ir muy lejos en ese sentido, pero ello no sería ni serio ni digno de un escritor que afirma poseer “métodos rigurosos y exactos”.

He aquí, en efecto, lo que escribe Martigue, un poco antes de la frase ya citada, respecto a un estudio titulado Las Trampas de la Secta: el Genio de las Conspiraciones, publicado en los Cahiers Romains de la Agencia Internacional Roma: “El autor no parece conocer más que las obras del P. Deschamps, de Barruel, de Claudio Janet y de Crétineau-Joly. Esto es mucho, pero no es suficiente, y si esos excelentes trabajos, que deberán, ciertamente, ser siempre consultados con fruto por los estudiantes en antimasonería, han sido escritos por maestros respetables, cuyos esfuerzos todo el mundo debe alabar y reconocer, es imposible, sin embargo, no dar fe de que datan de una época en la cual la ciencia y la crítica históricas no habían avanzado hasta el punto donde nos encontramos hoy. Nuestros métodos, que tienden a perfeccionarse cada día, son más rigurosos y exactos. Por ello, es peligroso, desde  el punto de vista de la exactitud científica, desdeñar los trabajos más modernos; aún es más inoportuno el desdeñarlos a priori.”

Es preciso estar muy seguro de sí mismo y de todo lo que se dice, para permitirse reprochar una falta de “exactitud científica” a cuatro autores que están entre los maestros más incontestados del antimasonismo. Sin duda, el Sr. Martigue tiene confianza en el “progreso de la ciencia y de la crítica”; pero, como esos mismos “progresos” sirven para justificar cosas tales como la exégesis modernista y la pretendida “ciencia de las religiones”, nos es difícil considerarlos como un argumento convincente. No esperábamos ver al Sr. Martigue haciendo una declaración tan ... “evolucionista”, y nos preguntamos si los métodos que preconiza, y que él opone “ a los métodos y a los hábitos defectuosos de algunos” (¿a quién hace alusión?), no se aproximan singularmente al “método positivista” del que ya hemos hablado... en fin, si él conoce “los papeles de Weishaupt mismo”, como lo da a entender, esperamos que no tardará en comunicarnos los descubrimientos que ahí ha debido hacer, especialmente en lo que concierne a las relaciones de Weishaupt con “los RR. Padres de Ingolstadt”; nada podría probar mejor el valor de sus métodos.

Pero, sin embargo, ¿no valdría más detenerse con preferencia sobre el papel que los Judíos han podido desempeñar en el origen del Iluminismo bávaro, así como tras ciertos “sistemas” de la Alta Masonería? Citemos, en efecto, esta frase del estudio de los Cahiers Romains: “Las combinaciones de este genio (Weishaupt) fueron sin duda ayudadas por judíos, herederos de los odios implacables de la vieja sinagoga, pues el famoso Bernard Lazare no ha retrocedido ante esta confesión: “Hubo judios alrededor de Weishaupt” (El antisemitismo, su historia y sus causas, páginas 339-340).

Señalamos esto porque hemos ya tenido ocasión de hablar de esta influencia de los Judíos, pero habría muchas otras cosas interesantes que señalar en este trabajo, contra el cual el redactor de la Revue Internationale des Sociétés Secrètes da prueba de una prevención que raya en la parcialidad. Tras haberle reprochado “la ausencia de variedad en la documentación”, aunque reconociendo su “valor real”, añade: “Hay otra laguna muy lamentable, cuando se quiere estudiar el Iluminismo, y es la ignorancia de la mística y del ocultismo”. Volveremos un poco después sobre este punto; por el momento, solamente subrayaremos que la mística, que procede de la teología, es una cosa, y que el ocultismo es otra totalmente diferente: los ocultistas son, en general, profundamente ignorantes de la mística, y ésta nada tiene que ver con su seudo misticismo.

Desgraciadamente, algo nos hace temer que los reproches de M. Martigue sean causados por un movimiento de malhumor: y es que el artículo de los Cahiers Romains contiene una crítica, muy justa en nuestra opinión, de la reseña dada por Gustave Bord en la misma Revue Internationale des Sociétés Secretes2, sobre el libro de M. Benjamin Fabre,  Un iniciado de las Sociedades Secretas superiores: Franciscus, Eques a Capite Galeato. Hablando de algunos aventureros masónicos que procuraban imponerse  a los “memos” de las Logias, haciéndose notar como mandatarios de los misteriosos S. I. (Superiores Incógnitos), centro cerrado de toda la Secta, M. Bord comprueba que esos aventureros se jactaban; de donde él deduce que esos S. I. no existían. La deducción es muy arriesgada. Si los aventureros en cuestión se han presentado falsamente como missi dominici de los S. I., no solamente nada indica que estos últimos no existían, sino que sobre todo, ello muestra la convicción general de la existencia de tales S. I., pues habría sido bien extraño que esos impostores hubiesen inventado completamente al mandante, además de el mandato. Su cálculo de resultados debía, evidentemente, basarse sobre esta convicción, y ello no es prueba contra la existencia de los Superiores Incogniti, evidentemente”. 
En efecto, ello es la evidencia misma para quienquiera que no esté cegado por la preocupación de sostener a cualquier precio la tesis opuesta; pero ¿no sería M. Bord mismo el que, poniéndose en contradicción con los maestros del antimasonismo, niega la evidencia, y desconoce absolutamente (según sus propias expresiones)  “el emplazamiento, la táctica y la fuerza del adversario”?... Hay antimasones muy extraños”. Y añadiremos aquí que es precisamente a esta reseña de Gustave Bord, tan poco imparcial como las apreciaciones de M. Martigue, en la que pensábamos cuando hacíamos alusión al “método positivista” de ciertos historiadores. He aquí ahora que M. Martigue, a su vez, reprocha a Benjamin Fabre y Copin-Albanceli “el deseo de aportar un argumento a una tesis preconcebida sobre la existencia de los directores desconocidos de la Secta”; ¿no es más bien a M. Bord al que se podría reprochar una “tesis preconcebida” sobre la no-existencia de los Superiores Incógnitos?

Veamos pues lo que responde al respecto M. Martigue: “En cuanto a la tesis opuesta a M. Bord a propósito de los Superiores Incógnitos, es necesario distinguir: si el director de los Cahiers Romains entiende por tales a hombres en carne y hueso, nosotros creemos que está en el error y que M. Bord tiene razón”. Y, tras haber enumerado algunos de los jefes de la Alta Masonería del siglo XVIII, continua: “... Si fueran presentados como mandatarios de hombres vivos, como se tiene el derecho de hacer en nuestros días, por ejemplo, para Mme. Blavatsky, Annie Bessant y otros jefes de la Teosofía, cuando nos hablan de los Mahâtmâs, viviendo en una logia del Tíbet”. A ello, se puede muy bien objetar que los sedicentes Mahâtmâs han precisamente sido inventados sobre el modelo, más o menos deformado, de los verdaderos Superiores Incógnitos, pues hay pocas imposturas que no reposen sobre una imitación de la realidad, y es además la hábil mezcla de lo verdadero y de lo falso lo que los hace más peligrosos y más difíciles de desenmascarar. Por otra parte, como hemos dicho, nada nos impide considerar como impostores, en ciertas circunstancias, a hombres que sin embargo han podido ser realmente agentes subalternos de un Poder oculto; hemos dicho las razones de ello y no vemos la necesidad de justificar a tales personajes de esta acusación, incluso por la suposición de que los superiores Incógnitos no fueran hombres de carne y hueso”. En ese caso, ¿qué eran pues según M. Martigue? La continuación de nuestra cita va a enseñárnoslo, y no será, en su artículo, nuestro motivo menor de sorpresa.

“Pero eso no es de eso de lo que se trata (sic); esta interpretación es totalmente exotérica para los profanos y los adeptos no iniciados”. Hasta aquí, habíamos creído que el “adeptado” era un estadio superior de la “iniciación”; pero sigamos. “El sentido esotérico ha sido siempre muy diferentes. Los famosos Superiores Incógnitos, para los verdaderos iniciados, existen perfectamente, pero ellos viven... en el Astral. Y es de ahí de donde, por la teúrgia, el ocultismo, el espiritismo, la videncia, etc., dirigen a los jefes de las Sectas, al menos al decir de éstos”. Luego ¿es a concepciones tan fantásticas a lo que debe conducir el conocimiento del ocultismo, o al menos el de cierto ocultismo, a pesar de todo el “rigor” y de toda la “exactitud” de los “métodos científicos y críticos” y de las “pruebas históricas indiscutibles que se exigen hoy (!) por los historiadores serios y los eruditos?

De dos cosas una, o M. Martigue admite la existencia del “Astral” y de sus habitantes, Superiores Incógnitos u otros, y entonces estamos en el derecho de admitir que “hay antimasones muy extraños” distintos a Gustave Bord; o él no admite, como queremos creerlo según la última restricción, y, en ese caso, no puede decirse que los que la admiten son “los verdaderos  iniciados”. Pensamos, al contrario, que no son más que iniciados muy imperfectos, e incluso es demasiado evidente que los espiritistas, por ejemplo, no pueden de ningún modo ser considerados como iniciados. Tampoco habría que olvidar que el espiritismo no data sino de las manifestaciones de Hydesville, que comenzaron en 1847, y que era desconocido en Francia antes del H. ·. Rivail, llamado Allan Kardec. Se pretende que éste: “fundó su doctrina con ayuda de las comunicaciones que había obtenido, y que fueron recogidas, controladas, revisadas y corregidas por “espíritus superiores3 ello sería, sin duda, un notable ejemplo de la intervención de Superiores Incógnitos según la definición de M. Martigue, si no supiéramos desgraciadamente que los “espíritus superiores” que tomaron parte en ese trabajo no estaban todos “desencarnados”, e incluso no lo están todavía: si Eugène Nus y Victorien Sardou han, desde esta época, “pasado a otro plano de evolución”, para emplear el lenguaje espiritista, M. Camille Flammarion continúa celebrando siempre la fiesta del Sol cada solsticio de verano.

Así, para los jefes de la Alta Masonería en el siglo XVIII, no podía ser cuestión de espiritismo, que no existía todavía, como tampoco de ocultismo, pues, si había por entonces “ciencias ocultas”, no había ninguna doctrina llamada “ocultismo”; parece que sea Eliphas Lévi el primero en haber empleado esta denominación, acaparada, tras su muerte (1875), por cierta escuela de la cual, desde el punto de vista iniciático, lo mejor es no decir nada. Son esos mismos “ocultistas” los que hablan corrientemente del “mundo astral”, del cual pretenden servirse para explicar todas las cosas, sobre todo las que ignoran. También es Eliphas Lévi quien ha extendido el uso del término “astral”, y, bien que esta palabra se remonte a Paracelso, parece haber sido casi desconocida de los Altos Masones del XVIII, que, en todo caso, no la habrían sin duda entendido totalmente de la misma manera que los ocultistas actuales. ¿está M. Martigue, del cual no contestamos sus conocimientos en ocultismo, bien seguro de que sus conocimientos mismos no le llevan a “una interpretación “totalmente exotérica” de Swedenborg, por ejemplo, y de todos los demás que cita asimilándolos, o casi, a los “médiums” espiritistas?

Citamos textualmente: “Los Superiores Incógnitos, son los Ángeles que dictan a Swedenborg sus obras, son la Sophia de Gichtel, de Boehme, de Martinez Pasqualis (sic), el Filósofo Incógnito de Saint Martin, las manifestaciones de la Escuela del Norte, el Guru de los Teósofos, el espíritu que se encarna en el médium, levanta el pie de la mesa parlante o dicta las elucubraciones de la oui-ja, etc, etc.” No pensamos, por nuestra parte, que todo eso sea lo mismo, incluso con “variaciones y matices”, y eso es quizás buscar a los Superiores Incógnitos allá donde es inútil. Acabamos de decir lo que hay de los espiritistas, en cuanto a los “Teósofos”, o más bien teosofistas, se sabe bastante bien lo que hay que pensar de sus pretensiones. Notemos además, a propósito de estos últimos, que anuncian la encarnación de su “Gran Instructor” (Mahâguru), lo que prueba que no es del “plano astral” de donde cuentan con recibir sus enseñanzas. Por otra parte, no pensamos que Sophia (que representa un principio) se haya jamás manifestado de manera sensible a Boehme o a Gichtel. En cuanto a Swedenborg, él ha descrito simbólicamente unas “jerarquías espirituales” de las que todos los escalones podrían muy bien estar ocupados por iniciados vivos, de manera análoga a lo que encontramos, en particular, en el esoterismo musulmán.
En lo concerniente a Martinez de Pasqually, sin duda es bastante difícil saber exactamente lo que él llamaba “la Cosa”; pero, por todas partes donde hemos visto esta palabra empleada por él, parece que no haya querido designar así otra cosa que sus “operaciones”, o lo que se entiende más ordinariamente por el Arte. Son los modernos ocultistas quienes han querido ver ahí “apariciones” pura y simplemente, y ello conforme a sus propias ideas; pero el H.·. Franz von Baader nos previene que: “sería erróneo pensar que su física (de Martinez) se reduce a los espectros y a los espíritus”4. Había ahí, como por lo demás en el fondo de toda la Alta Masonería de esta época, algo mucho más profundo y más verdaderamente “esotérico”, que el conocimiento del ocultismo actual no basta de ningún modo para poder penetrar.
 Pero lo que es quizá más singular, es que M. Martigue nos habla del “Filósofo Incógnito de Saint-Martin”, mientras que Saint-Martin mismo y el Filósofo Incógnito eran el mismo, no siendo el segundo más que un seudónimo del primero. Conocemos, es cierto, las leyendas que circulan al respecto en ciertos medios; pero he aquí cómo pone admirablemente las cosas en su punto: Los Superiores Incogniti o S. I. Han sido atribuidos, por un autor fabulador, al teósofo Saint-Martin, quizá porque este último firmaba sus obras: un Filósofo Incógnito, nombre de un grado de los Filaletos (régimen del que por otro lado nunca formó parte). Es cierto que el mismo fabulador ha atribuido el libro De los Errores y de la Verdad, del Filósofo Incógnito, a un Agente Ignoto; y que se titula él mismo como S. I. Cuando uno se engancha a lo incógnito ¡no se podría enganchar demasiado!”5 Se ve así bastante bien cuán peligroso es quizás el aceptar sin control las afirmaciones de ciertos ocultistas; en semejantes casos conviene sobre todo mostrarse prudente y, según el consejo de M. Martigue mismo, “no exagerar nada”.

Así, sería muy equivocado el tomar a esos  mismos ocultistas en serio cuando se presentan como los descendientes y los continuadores de la antigua Masonería; y sin embargo encontramos como un eco de tales aserciones “fantásticas” en la frase siguiente de M. Martigue: Esta cuestión (de los Superiores Incógnitos) levanta problemas que estudiamos en el ocultismo, problemas de los cuales los Francmasones del siglo XVIII perseguían con ardor la solución” sin contar que esta misma frase, interpretada demasiado literalmente, podría hacer pasar al redactor de la Revue Internationale des Sociétés Secrètes por un “ocultista” a los ojos de “los lectores superficiales que no tengan tiempo de profundizar en esas cosas”.
  “Pero, continúa él, no se puede ver claro en esta cuestión más que si se conoce a fondo las ciencias ocultas y la mística”. Tal es lo que quería probar contra el colaborador de la Agencia Internacional Roma; pero ¿no ha probado sobre todo, contra sí mismo, que este conocimiento debería extenderse aún más lejos de lo que había él supuesto? “Es por lo que tan pocos antimasones llegan a penetrar esos arcanos que no conocerán nunca los que pretenden permanecer en el terreno positivista”. Esto es, en nuestra opinión, mucho más justo que todo lo que precede; pero ¿no está un poco en contradicción con lo que M. Martigue nos ha dicho de sus “métodos”? Y entonces, si no se adhiere a la concepción “positivista” de la historia, ¿por qué toma frente a y contra todos la defensa de M. Gustave Bord, incluso cuando éste es menos defendible?

“Es imposible comprender los escritos de hombres que viven en lo sobrenatural y se dejan dirigir por él, como los teósofos swedenborgianos o martinistas del siglo XVIII, si uno no hace el esfuerzo de estudiar la lengua que hablan y la cosa de la que tratan en sus cartas y en sus obras. Todavía menos si, de antemano, se pretende negar la existencia de la atmósfera sobrenatural en la cual estaban sumergidos y que respiraban cada día“. Sí, pero, además de que eso se vuelve contra M. Bord y sus conclusiones, no es una razón para pasar de un extremo a otro y atribuir más importancia de la que conviene a las “elucubraciones” de las tablillas espiritistas o a las de algunos seudo-iniciados, hasta el punto de remitir todo lo “sobrenatural” en cuestión, cualquiera que sea por otro lado su cualidad, a la estrecha interpretación de lo “Astral”.

Otra observación: M. Martigue habla de los “teósofos swedenborgianos o martinistas”, como esas dos denominaciones fueran casi equivalentes; luego ¿estaría tentado de creer en la autenticidad de cierta filiación que está sin embargo muy alejada de todo “dato científico” y de toda “base positiva”? “A este respecto, creemos deber decir que, cuando Papus afirma que Martinez de Pasqually ha recibido la iniciación de Swedenborg en el curso de un viaje a Londres, y que el sistema propagado por él con el nombre de rito de los Elegidos-Cohen no es más que un Swedenborgismo adaptado, este autor abusa o busca abusar de sus lectores en interés de una tesis muy personal. Para librarse a semejantes afirmaciones no basta, en efecto, haber leído en Ragon, que él mismo había en Reghelini, que Martinez ha tomado el rito de los Elegidos-Cohen al sueco Swedenborg. Papus habría podido abstenerse de reproducir, amplificándola, una afirmación que no reposa sobre nada serio. Habría podido buscar las fuentes de su documento y asegurarse de que hay muy pocas relaciones entre la doctrina y el rito de Swedenborg, y la doctrina y el rito de los Elegidos-Cohen... En cuanto al precedente viaje a Londres, no tuvo lugar más que en la imaginación de Papus”6. Es enojoso, para un historiador, dejarse atrapar por su imaginación... “en Astral”; y, desgraciadamente, las mismas observaciones pueden aplicarse a muchos otros escritores, que se esfuerzan en establecer las comparaciones menos verosímiles “en interés de una tesis muy personal”, ¡frecuentemente incluso demasiado personal!
Pero volvamos a M. Martigue, que nos advierte aún una vez más que, “sin el socorro de esas ciencias, llamadas ocultas, es del todo imposible comprender la Masonería del siglo XVIII e incluso, lo que sorprenderá a los no iniciados, la de hoy”. Aquí, uno o dos ejemplos nos habrían permitido aprehender mejor su pensamiento; pero veamos la continuación: “De esta ignorancia (del ocultismo), compartida no solamente por profanos, sino también por Masones, incluso revestidos de los altos grados, provienen errores como aquel del que nos ocupamos. Este error ha lanzado a la antimasonería a la búsqueda de Superiores Incógnitos que, bajo la pluma de los verdaderos iniciados, son simplemente manifestaciones extranaturales de seres vivientes en el Mundo Astral”. Como hemos dicho, no creemos por nuestra parte, que los que puedan sostener esta tesis sean “verdaderos iniciados”; pero, si M. Martigue, que lo afirma, lo cree verdaderamente, no vemos demasiado el porqué se apresura a añadir: “Lo que no prejuzga nada de su existencia (de esos Superiores Incógnitos), como tampoco, además, de dicho “Mundo Astral”, sin parecer darse cuenta de que pone así todo en cuestión. Incluso “no pretendiendo indicar más que lo que pensaban los Altos Masones del siglo XVIII” ¿está bien seguro de interpretar fielmente su pensamiento, y de no haber simplemente introducido una complicación nueva en uno de los problemas de los cuales esos HH.·. “perseguían con ardor la solución”, porque esta solución debía ayudarles a devenir los “verdaderos iniciados” que aún no eran, evidentemente, en tanto que no lo hubieran encontrado? Es que los “verdaderos iniciados” son todavía más raros de lo que se piensa, pero eso no quiere decir que no los haya, o que no existan más que “en Astral”; y ¿por qué, bien que viviendo sobre tierra, esos “adeptos”, en el sentido verdadero y completo de la palabra, no serían los verdaderos Superiores Incógnitos?
“Por consiguiente, escribiendo las palabras Superiores Incógnitos, S. I. , los Iluminados, los Martinistas, los miembros de la Estricta Observancia y todos los Masones del siglo XVIII hablan de seres considerados como teniendo una existencia real superior, bajo la dirección de los cuales cada Logia y cada adepto iniciado (sic) están colocados”. Haber hecho de los Superiores Incógnitos unos “seres astrales”, después asignarles tal papel de “ayudas invisibles” (invisible helpers), como dicen los teosofistas ¿no es querer aproximarlos un poco demasiado a los “guías espirituales que dirigen igualmente desde “un plano superior”, a los médiums y los grupos espiritistas? Luego no es quizás totalmente que “en ese sentido escriben Eques a Capite Galeato y sus corresponsales”, a menos que se quiera hablar de una “existencia superior” pudiendo ser “realizada” por ciertas categorías de iniciados, que no son “invisibles” y “astrales” más que para los profanos y para los seudo-iniciados a los cuales hemos ya hecho algunas alusiones. Todo el ocultismo contemporáneo, incluso añadiéndole el espiritismo, el teosofismo y los otros movimientos “neo-espiritualistas”, no puede con todo, diga lo quiera M-. Martigue, conducir más que a “una interpretación totalmente exotérica”. Pero, si es difícil conocer exactamente el pensamiento de los Altos Masones del siglo XVIII, y, por consiguiente, “interpretar sus cartas como las comprendían ellos mismos”, ¿es indispensable que tales condiciones sean cumplidas íntegramente para no equivocarse completamente prosiguiendo esos estudios, ya tan difíciles, incluso cuando se está en la buena vía”? Y ¿Hay alguien, entre los antimasones, que se pueda decir que está “en la buena vía” con exclusión de todos los demás? Las cuestiones que han de estudiar son demasiado complejas para eso, incluso sin hacer intervenir el “Astral” allá donde nada tiene que hacer. Por ello es siempre “fastidioso desdeñar a priori”, incluso en nombre de la “ciencia” y de la “crítica”, unos trabajos que, como lo dice muy bien el redactor de los Cahiers Romains, “ no son definitivos, lo que no impide que sean muy importantes, que lo son”. Sin duda, M. Gustave Bord tiene pretensiones de imparcialidad; pero ¿posee verdaderamente esta cualidad en el grado que debe necesitarse, suponemos al menos, para realizar el ideal de M. Martigue, “el historiador advertido que sabe encontrar lo mejor en todas partes, y a quien la sana crítica permite juzgar el valor de los documentos”? Aún más puede haber varias maneras de estar “en la buena vía”, y basta estar en ella, de una u otra manera, para no “equivocarse completamente”, sin incluso que sea “indispensable iluminar la buena ruta a las tenebrosas luces (? !) del ocultismo”, ¡lo que está desde luego muy claro!
 M. Martigue concluye en estos términos: “En la espera, reconocemos de buena gana que, si comprende el poder oculto en el sentido que acabamos de indicar, el redactor de los Cahiers Romains tiene razón al escribir, como lo hace: “Comprobamos que ningún argumento probatorio ha sido presentado, hasta aquí, contra el poder central oculto de la Secta”. Pero si entiende, por tales palabras, contrariamente a los Francmasones iniciados del siglo XVIII, un comité de hombres de carne y hueso, estamos obligados  a redargüir: “Comprobamos que ningún documento probatorio ha sido presentado hasta ahora, a favor de ese comité director desconocido. Y corresponde a los que afirman esta existencia el aportar la prueba decisiva. Nosotros esperamos. La cuestión permanece pues abierta”. En efecto, está siempre abierta, y es cierto que “es de las más importantes”; pero ¿quien ha pues jamás pretendido que los Superiores Incógnitos, incluso “de carne y hueso”, constituían un “comité”, o incluso una “sociedad” en el sentido ordinario de la palabra? Esta solución parece muy poco satisfactoria, al contrario, cuando se sabe que existen ciertas organizaciones verdaderamente secretas, mucho más próximas al “poder central” de lo que está la Masonería exterior, y cuyos miembros no tienen ni reuniones, ni diplomas, ni medios de reconocimiento. Es bueno tener respeto por los “documentos”, pero se comprende que sea más difícil descubrirlos “probatorios” cuando se trata precisamente de cosas que, como escribíamos anteriormente, “ no son de naturaleza que pueda ser probada por un documento escrito cualquiera”. Ahí aún, es preciso pues “no exagerar”, y se precisa sobre todo evitar dejarse absorber exclusivamente por la preocupación “documental”, hasta el punto de perder de vista, por ejemplo, que la antigua Masonería reconocía varios tipos de Logias trabajando “sobre planos diferentes”, como diría un ocultista, y que, en el pensamiento de los Altos Masones de entonces, ello no significaba en modo alguno que la “tenidas” de algunas de esas Logias tuvieran lugar “en el Astral”, cuyos archivos, por lo demás, apenas son accesibles más que a los “estudiantes” de la escuela de Leadbeater. Si hay hoy  S. I. “de fantasía” que pretenden reunirse “en Astral”, es para no confesarse simplemente que no se reúnen, y, si sus “grupos de estudios” han sido, en efecto, transportados “a otro plano”, no es más que de la manera común a todos los seres “en sueño” o “desencarnados”, ya se trate de individualidades o de colectividades, de “comités” profanos o de “sociedades” sedicentemente “iniciáticas”. Hay, en estas últimas, muchas gentes que querrían hacerse pasar por “místicos” mientras que no son más que vulgares “mistificadores”, y a quienes no importa juntar el charlatanismo al ocultismo, sin incluso poseer los “poderes” ocasionales que han podido exhibir a veces un Gugomos o un Schoepfer. También, quizá valdría más estudiar un poco más de cerca las “operaciones” y la “doctrina” de estos últimos, por imperfectamente iniciados que hayan sido, que las de los pretendidos “Magos” contemporáneos, que no son del todo iniciados, o al menos que no lo son en nada serio, lo que viene a ser lo mismo.
Todo ello, entiéndase bien, no quiere decir que no sea bueno estudiar y conocer incluso el ocultismo y “vulgarizador”, pero no dándole más que la importancia muy relativa que merece, y mucho menos para buscar en él lo que no se encuentra, que para mostrar si hay ocasión toda su inanidad, y para poner en guardia a los que estuvieran tentados a dejarse seducir por las tramposas apariencias de una “ciencia iniciática” totalmente superficial y de segunda o de tercera mano. No hay que hacerse ninguna ilusión: si la acción de los verdaderos superiores Incógnitos existe un poco, a pesar de todo, hasta en los movimientos “neo-espiritualistas” de que se trata, cualesquiera que sean sus títulos y sus pretensiones, no es más que de una manera tan indirecta y lejana como en la Masonería más exterior y más moderna. Lo que acabamos de decir, lo prueba ya, y tendremos ocasión, en próximos estudios, de aportar al respecto otros ejemplos no menos significativos.

Publicado en La France antimaçonnique, París, 18 de diciembre de 1913, firmado Le Sphynx y retomado en Etudes Traditionnelles, París, septiembre de 1952.
Publicaciones Masonicas Herbert Oré Belsuzarri.



1 Nº de octubre de 1913, páginas 3  725  a  3  737
2 Nº del 5 de septiembre de 1913, páginas 3   071  y siguientes.
3 Dr. Gibier, Le  Spiritisme, páginas 136-137.
4 Les enseignements secrets de Martines de Pasqually, p. 18

5 Notice historique sur le Martinesisme et le Martinisme, páginas 35-36, en nota.
6 Notice historique sur le Martinesisme et le Martinisme, página 17, en nota.

jueves, 30 de agosto de 2012

ANTONY DE MELLO: EL AMOR NO DUERME


Breve Biografía de
Anthony de Mello S.J.

Considerando que la Francmasonería nos inculca un gran respeto a todas las religiones y cultos, e inclusive es nuestro deber defenderlas como es en el caso del Gr:. Tem:. Es que dedico este tema para uno de los fines de nuestra Augusta Orden…. R:.H:. Carlos Napoleón del Carpio Palacios.

Anthony de Mello S.J. nació en Bombay (India) en 1931 falleció en Nueva York en 1987 a la edad de 56 años (1987).

Sacerdote jesuita famoso por sus libros y conferencias de espiritualidad, donde mezclaba la doctrina judeo-cristiana con el budismo. Fue condenado por una Notificación sobre los escritos del Padre Anthony De Mello, S. J., publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 24 de junio de 1998.

Sintiendo el llamado para el sacerdocio, inició sus estudios en la Compañía de Jesús, en Poona. Transcurrida esta trascendental etapa de su vida, se graduó en psicología, carrera que siguió en Estados Unidos, según la sugerencia y consejo del Padre Mann, provincial de la Orden. Es autor de «best sellers» espirituales como El canto del pájaro, El manantial, Sadhana y ¿Quién puede hacer que amanezca?, "La Iluminación es la Espiritualidad" 
De Mello se hizo famoso además por sus cursillos, ejercicios y conferencias sobre la liberación interior. De hecho había conseguido una magnífica síntesis entre la espiritualidad de Oriente y Occidente en beneficio de la libertad y la realización de la persona. Despertar era la meta de todos sus esfuerzos y a ello se dirigían sus antologías de cuentos, tomados lo mismo de la tradición cristiana, que budista y sufí, sin ocultar nunca su predilección por Jesús.

El decía: "Si algo nos impide vivir intensamente el camino de Jesús dentro de la Iglesia son nuestras ataduras y cadenas interiores. A veces es incluso la propia religión, mal entendida, fuente también de trabas psicológicas para vivir la libertad interior y la entrega a un ideal auténticamente cristiano, y en cualquier caso lo son siempre nuestros egoísmos y apegos".

Tony de Mello nos ofrece aquí un camino más, que no es el único, pero que sí tiene muchos puntos de contacto con todas las vías más profundas y los maestros más destacados de espiritualidad de nuestra historia y nuestra tradición. A veces, más que mucha información, es preferible dedicar espacio y tiempo a la formación

El Amor No Duerme
Extraído del libro 
La Iluminación es la Espiritualidad de Anthony de Mello S.J
Cortesía: R:.H:. Otto Alberto Dulanto Pardo Figueroa
Retransmitido: R:.H:. Carlos Napoleón del Carpio Palacios

Donde hay amor no hay deseos. Y por eso no existe ningún miedo. Si amas de verdad a tu H:. o a algún amigo, tendrías que poder decirle sinceramente: «Así, sin los cristales de los deseos, te veo como eres, y no como yo desearía que fueses, y así te quiero ya, sin miedos a que te escapes, a que me faltes, a que no me quieras». Porque en realidad, ¿Qué deseas? ¿Amar a esa persona tal cual es, o a una imagen que no existe? En cuanto puedas desprenderte de esos deseos-apegos, podrás amar; a lo otro no se le debe llamar amor, pues es todo lo contrario de lo que el amor significa.

El enamorarse, tampoco es amor, sino desear para ti una imagen que te imaginas de esa persona. Todo es un sueño, porque esa persona no existe. Por eso, en cuanto conoces la realidad de esa persona, como no coincide con lo que tú te imaginabas, te desenamoras. La esencia de todo enamoramiento son los deseos. Deseos que generan celos y sufrimiento porque, al no estar asentados en la realidad, viven en la inseguridad y en la desconfianza de los miedos a que todos sus sueños se acaben, se vengan abajo.

El enamoramiento proporciona cierta emoción y exaltación que gusta a las personas con una inseguridad afectiva y que alimenta una sociedad y una cultura que hacen de ello un comercio.

Cuando estás enamorado no te atreves a decir toda la verdad por miedo a que el otro se desilusione porque, en el fondo, sabes que el enamoramiento sólo se alimenta de ilusiones e imágenes idealizadas.

El enamoramiento supone una manipulación de la verdad y de la otra persona para que sienta y desee lo mismo que tú y así poderla poseer como un objeto, sin miedo a que te falle. El enamoramiento no es más que una enfermedad y una droga del que, por su inseguridad, no está capacitado para amar libre y gozosamente.

La gente insegura no desea la felicidad de verdad, porque teme el riesgo de la libertad y, por ello, prefiere la droga de los deseos. Con los deseos viene el miedo, la ansiedad, las tensiones y... por descontado, la desilusión y el sufrimiento continuos. Vas de la exaltación al desespero.

¿Cuánto dura el placer de creer que has conseguido lo que deseabas? El primer sorbo de placer es un encanto, pero va prendido irremediablemente al miedo a perderlo, y cuando se te apoderan las dudas, llega la tristeza. La misma alegría y exaltación de cuando llega el amigo, es proporcional al miedo y al dolor de cuando se marcha… o cuando lo esperas y no viene... ¿Vale la pena?. Donde hay miedo no hay amor y podéis estar bien seguros de ello.

Cuando despertamos de nuestro sueño y vemos la realidad tal cual es, nuestra inseguridad termina y desaparecen los miedos, porque la realidad es y nada la cambia. Entonces puedo decirle al otro: Como no tengo miedo, a perderte, pues no eres un objeto de propiedad de nadie, entonces puedo amarte así como eres, sin deseos, sin apegos ni condiciones, sin egoísmos ni querer poseerte. Y esta forma de amar es un gozo sin límites.

¿Qué haces cuando escuchas una sinfonía? Escuchas cada nota, te deleitas en ella y la dejas pasar, sin buscar la permanencia de ninguna de ellas, pues en su discurrir está la armonía, siempre renovada y siempre fresca. Pues, en el amor, es igual. En cuanto te agarras a la permanencia destruyes toda la belleza del amor. No hay pareja ni amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. El apego mutuo, el control, las promesas y el deseo, te conducen inexorablemente a los conflictos y al sufrimiento y, de ahí, a corto o largo plazo, a la ruptura. Porque los lazos que se basan en los deseos son muy frágiles.
 
Sólo es eterno lo que se basa en un amor libre. 
Los deseos te hacen siempre Vulnerable.

Anthony de Mello S.J 
La Iluminación es la Espiritualidad 

LA ESTRICTA OBSERVANCIA


LA ESTRICTA OBSERVANCIA Y LOS SUPERIORES INCÓGNITOS

RENE GUENON
Nuestras investigaciones sobre el Régimen Escocés Rectificado nos han conducido a emprender, como indispensable complemento, un estudio sobre la Estricta Observancia, tan profundamente como lo permite un asunto tan obscuro, y que propició tantas controversias. Mientras se publica dicho estudio, consideramos interesante ofrecer los documentos que aparecieron en otra parte sobre el tema, relacionándolos con los que ya conocíamos.
En primer lugar destaquemos en la “Bastille” del 6 y del 13 de septiembre de 1913, un notable artículo titulado “Algunos impostores F. ·. M.·. : Strack y Coucoumous” de Benjamin Fabre, autor de la reciente obra sobre Franciscus, Eques a Capite Galeato. Se habla ahí especialmente de los Clérigos de Lata Observancia, sobre lo cual dijimos algunas palabras a propósito del Rito fundado en Malta en 1771 por el mercader jutlandés Kolmer. He aquí en qué términos Eques a Capite Galeato habló “como uno de los comisarios de los Archivos de los ‘Philatethes’”1 acerca de los Clérigos de Lata Observancia2:
“Estos ‘Clérigos’ constituyen todavía un problema para quien sea observador imparcial. Se ha dicho que fueron los ‘Jesuitas’(!) quienes, queriendo perpetuarse secretamente, formaron la ‘clase eclesiástica del orden interior del Régimen de la Estricta Observancia’3.
Se ha dicho que se trató de una nueva “Confederación” que, impulsada por motivos de orgullo y de codicia, quería dominar en dicho Régimen por medio de algunas formalidades y algunas ideas científicas recogidas de los manuscritos y de los raros libros de los Rosa-Cruz del siglo XVII4.
Se ha dicho que era el ‘Clero de la Orden de los Antiguos Templarios’ que se habrían perpetuado, y que, con exclusión de los simples ‘caballeros’, poseían ‘la doctrina y la práctica de las Ciencias Ocultas, de las que cada uno extendía el catálogo según el alcance de sus ideas, y según sus propios gustos’5.
En realidad estos “Clérigos” favorecían cualquier opinión que uno quisiera formularse sobre ellos, dada la ambigüedad de sus respuestas, de su constitución y de la astucia de su conducta”. Y Benjamín Fabre agrega: “La finalidad que perseguían  habría sido la de ‘superponerse’ al Régimen de la Estricta Observancia6 para asumir la dirección de sus Logias establecidas en toda Europa, e incluso en el Nuevo Mundo. Exigían de sus adeptos que poseyeran todos los grados otorgados por la Estricta Observancia’”.
Fue en 1767 cuando dicha escisión, “que parecía haber suscitado un ‘Poder Oculto’”, y que se manifestó primeramente en Viena, ocurrió en el Régimen de la Estricta Observancia. A partir de entonces “parece que por una u otra razón el barón von Hundt, Eques ab Ense7, perdió su preeminencia y, lo que hasta ese momento había constituido su fuerza, vale decir la comunicación con los Superiores Incógnitos”.  Cuando se reunió la Asamblea General Masónica de Brunswick, en 1775, “el barón von Hundt, representante del Gran Maestre Eques a Penna Rubra8, ...ya no era más que ‘la sombra de una sombra’”. Es posible que la desgracia haya golpeado más allá del jefe de la “Estricta Observancia”, y haya alcanzado a este mismo Gran Maestre, intermediario entre von Hundt y los verdaderos Superiores Incógnitos9.
Uno de los jefes del cisma fue el H.·. Starck, predicador de la corte de Prusia, doctor en teología (protestante) ...y en ciencias masónicas, en las cuales tuvo como maestros a Gugumus y al tabernero Schroepfer. El primero (cuyo nombre también se escribe Gugomos, Gouygomos, Kukumus, Cucumus, etc. Ya que la ortografía es muy incierta), figura en la lista de los miembros de la Estricta Observancia con el nombre de Eques a Cygno Triomphante10, y con el título de ‘lugarteniente al servicio de Prusia”. Según una carta del H.·. príncipe de Carolath al H.: marqués de Savalette de Langes11, “Coucoumus (sic) o Kukumus, proveniente de una familia procedente de Suabia, pasa por casi todos los servicios de Alemania, tanto militares como civiles, fue admirado por su talento, pero al mismo tiempo también despreciado por su inconstancia y su mala conducta ..., fue chambelán del duque de Wirtemberg”.
“Gugomos”, cuenta el H.·.Clavel12, “había aparecido en la Alta Alemania y se había dicho enviado desde Chipre13 por los Superiores Incógnitos de la Santa Sede (?). Él se asignaba los títulos de gran sacerdote, de caballero, de príncipe. Prometía enseñar el arte de fabricar oro, de evocar a los muertos, y de indicar el sitio de ocultos tesoros de los Templarios. Pero bien pronto se le desenmascaró; cuando quiso huir lo arrestaron y obligaron a retractarse por escrito de todo lo que había afirmado, y confesar que no había sido más que un simple impostor14”.
Lo que veremos más adelante, no nos permite compartir plenamente la conclusión la siguiente:  Gugomos en efecto pudo muy bien haber sido un impostor, pero también debió haber sido otra cosa, al menos durante parte de su carrera. Por lo menos así nos parece que se desprende de la continuación de la carta, ya citada, del H.·. príncipe de Carolath: “Hacía ya largo tiempo que profesaba las Ciencias Ocultas, pero fue en Italia donde se formó sobre este asunto. Por lo que se asegura, volvió a su patria poseedor de los más extraordinarios conocimientos que no dejó de practicar. Por medio de ciertos caracteres, que sin embargo no eran los verdaderos, y de fumigaciones, convocaba a los espíritus, a los espectros. Se asegura incluso que tenía una especie de rayo bajo su control”.
Ahora bien, de acuerdo a testimonios que no tenemos ninguna razón para poner en duda, todavía existen en África del Norte ciertos rabinos15 que precisamente tienen “una especie de rayo bajo su control”, y que por medio de “caracteres” o de figuras cabalísticas producen, en la sala donde llevan a cabo tal ‘operación”, una especie de tormenta en miniatura, con formación de nubes, relámpagos, truenos, etc.16 Poco más o menos ésto era lo que hacía Gugomos, y dicha semejanza, significativa desde el punto de vista de ciertas influencias judías, nos hace recordar por otro lado a ese “misterioso adepto oculto bajo el nombre de Valmont, que frecuentemente viajaba desde África a Italia y Francia, y que inició el H.·. barón de Waechter”17.
Hubiera sido interesante contar con información un poco más puntualizada acerca de los “caracteres’ de que se servía Gugomos en sus “operaciones”. Además, tanto entre los “Philalethes” como entre otros HH.·. de “Regímenes” diversos y rivales, que se esforzaban con mucho fervor y tan poco éxito en hacer surgir “la luz de las Tinieblas” y “el Orden del Caos” ¿quién podría haberse jactado, sobre todo en tal época18, de poseer los “verdaderos caracteres”, vale decir en suma, de remontarse a la emanación de una “Potencia legítima” ante los ojos de los verdaderos Superiores Incógnitos? A veces eran destruidos o desaparecían archivos muy oportunamente, demasiado oportunamente incluso como para no despertar sospechas. La Gran Logia de Inglaterra ¿no fue acaso desde sus comienzos (1717-1721) y por inspiración del Rev. H.·. Anderson (ex capellán de una logia operativa) la primera en dar ejemplo de semejante proceder?19  Pero continuemos la cita: “la noticia de tantas cosas maravillosas llamó la atención de todo el mundo, es decir del mundo masónico, ya que se le debe reconocer que jamás se dirigió a los profanos”.
Se trataba por parte de Gugomos de una conducta conforme a las reglas de la más elemental prudencia.  De todos modos aún en ambientes masónicos debería haberse mostrado más circunspecto, en su propio interés y en el de su “misión”; y la ostentación que hizo de sus “conocimientos” y poderes posiblemente fue una de las causas de la desgracia que le esperaba, como veremos dentro de poco.  “Muy pronto confiado en sí mismo, tuvo el coraje de convocar un Congreso General, donde debía propalar sus raros conocimientos. Pero prodigiosamente sus fuerzas le abandonan. Ya no estuvo en condiciones de producir las cosas de que se había jactado.  En consecuencia, fue expulsado de la Orden por su mala conducta. Hoy en día su estado es el de un continuo errar, a pesar de que se asegura recobró parte de sus conocimientos. Se ignora su actual paradero”.
Entonces Gugomos, manifiestamente abandonado por aquellos Superiores Incógnitos de los que no había sido más que un instrumento, perdió todos sus poderes justo en el momento cuando más los hubiera necesitado.  Es muy posible que recurriera entonces a ciertas supercherías con el intento de sostener la credibilidad de aquellos títulos que ya no podía justificar por poderes verdaderos, de los cuales no había sido más que el depositario momentáneo; dichos títulos no eran de los que pudieran comprobarse con algún documento escrito, el cual por otra parte no hubieran sido capaces de descifrar aún aquellos HH.·. de los Altos Grados20. En tales circunstancias, Gugomos, presionado por cuestiones indiscretas, no pudo sustraerse de ellas sino declarándose “impostor”, y fue “expulsado de la Orden”, es decir, de los Altos Grados “conocidos”, organización “interior” en relación a la Masonería Simbólica, pero sin embargo “exterior” aún en relación a otras, a aquellas a las que el mismo Gugomos podría haber estado vinculado, bien que más como simple auxiliar que como verdadero iniciado.
Tal desventura no debe sorprendernos, tanto menos cuanto la historia de la Alta Masonería de entonces proporciona otros varios ejemplos: más o menos lo mismo le sucedió al barón von Hundt, a Starck, a Schroepfer, etc., sin hablar de Cagliostro. Además, sabemos que aún en nuestra época algo parecido sucedió a algunos enviados o agentes de ciertos “Superiores Incógnitos”, verdaderamente “superiores” y verdaderamente “desconocidos”: a aquellos que se han comprometido, y aún sin cometer otra falta fracasaran en su misión, inmediatamente se les retiran todos los poderes21.  La desgracia, por lo demás, bien puede ser solamente temporal, y tal fue posiblemente el caso de Gugomos; pero el corresponsal del H.: Savalette de Langes se equivoca o se expresa mal al escribir que, acto seguido, “recobró parte de sus conocimientos”,  ya que, si bien los “poderes” pueden siempre arrebatarse o devolverse conforme a la voluntad de los “Superiores Incógnitos”, evidentemente no podría suceder lo mismo con respecto a los “conocimientos” adquiridos de una vez para siempre en la iniciación, por más imperfecta que hubiera sido.
El príncipe de Carolath, tan severo con Gugomos, vacila sin embargo en acusarlo de impostor. Bien que evita pronunciarse, pareciera mas bien dudar de la calidad de tales “conocimientos” que de su misma realidad, pues dice: “En ese Congreso Masónico (de 1775), Waechter termina por confundir a Kukumus22. Parecería que Kukumus no poseía la ‘verdadera luz’, y que persistiendo en la conexión que posiblemente tuviera con algunos ‘espíritus impuros’, contribuyera así a aumentar su propia perversidad y la de los demás, y a crearse nuevos encadenamientos en lugar de liberarse de ellos”. En efecto, parece que Gugomos seducía sobre todo por la posesión de ciertos poderes de orden muy inferior y se habría dedicado casi con exclusividad a practicarlos.  Es posible que esto fuera una de las causas de su desgracia, ya que podría muy bien no concordar con las determinaciones de sus “Superiores Incógnitos”23.
En otra carta dirigida también al H.·. Savalette de Langes, en referencia a Gugomos o Kukumus, el H.: barón de Gleichen llega a declarar que “es un impostor”, pero se apresura a agregar: “Pero nada sé de su ‘doctrina’”, lo que tal vez le resultara menos interesante, pero no obstante constituía un “conocimiento’ más real, como sin duda terminó por comprender a sus propias expensas. ¿De quién pudo recibir dicha “doctrina”? La pregunta, mucho más importante que el tema del valor moral, eminentemente sospechoso, de Gugomos, se reduce exactamente a lo siguiente: ¿quiénes fueron sus “Superiores Incógnitos”? Y por cierto que no podemos aceptar la solución que propone el barón de Gleichen, atormentado por la obsesión de la que ya conocemos ejemplos: “La mayoría creería que fue un enviado de los Jesuitas(!) quienes verdaderamente intentaron varios veces unirse a la Masonería”. Intento de igual tenor pudieron realizarse, en el caso, por otros que no fueran Jesuitas; los Judíos por ejemplo estaban excluidos de una parte de la Masonería, y por lo demás aún lo están en Suecia y en varias Grandes Logias de Alemania. Justamente fue en este país donde vieron la luz la mayoría de los “Regímenes” cuyo prototipo fue la “Estricta Observancia”, lo cual no quiere decir por cierto que todos hayan tenido el mismo origen “de hecho”, lo que nos parecería poco verosímil. Pero se comprende fácilmente como, al apoderarse de los Altos Grados por intermedio de emisarios carentes de todo mandato oficial, se pudiera llegar a dirigir ‘invisiblemente’ toda la Masonería, lo cual basta a los efectos de explicar la multiplicidad de los intentos realizados para lograrlo24.
Abramos ahora un paréntesis: se ha reprochado a veces a algunos el querer ver en todas partes la influencia de los Judíos. Puede ser que no se la deba ver en forma exclusiva, pero hay otros que, cayendo en el extremo contrario, no quieren verla en ninguna parte.  Esto es lo que ocurrió particularmente respecto del misterioso Falc (así lo escribe el H.: Savalette de Langes) que algunos “creían que era el jefe de todos los Judíos”25.  Se quiso identificarlo ya no con Falk-Scheck, gran rabino de Inglaterra, sino con el H.; Ernest Falcke (Epimenides, Eques a Rostro), burgomaestre de Hannover, lo cual no explicaría en lo más mínimo los rumores que, acerca suyo corrieron en su época.  Por otra parte quienquiera haya sido el enigmático personaje, su papel, como el de muchos otros, está esperando aclaración, lo que parecería un tema todavía más difícil que el caso Gugomos.
Por lo que se refiere a Falk-Scheck, encontramos en una “Noticia histórica sobre el Martinesismo y Martinismo”, sobre la cual volveremos más adelante, un hecho que merece citación: “Mme. De la Croix, exorcista de poseídos, y a su vez ella misma demasiado frecuentemente poseída, se jactaba sobre todo de haber destruido un talismán de lapislázuli que el duque de Chartres (Philippe-Egalité, más tarde duque de Orleans, y Gran Maestre de la Masonería francesa) había recibido de Inglaterra de parte del célebre Falk-Scheck, gran rabino de los Judíos, un talismán que debería haber conducido al príncipe hasta el trono, y que, según ella decía, fue destruido sobre su pecho en virtud de sus rogativas”. Tuviera o no justificación tal pretensión, no es menos cierto que la historia resulta singularmente esclarecedora de algunas influencias ocultas que contribuyeron a preparar la Revolución Francesa.
Benjamin Fabre dedica la continuación de su artículo26 al H.·. Schroepfer, “que tuvo una agitada carrera” que terminó en suicidio27 y “que, en un aspecto muy curioso, nos la ofrece la correspondencia de Savalette de Langes”.
El H.·. Bauer describe así una de sus evocaciones, de la cual había sido testigo él mismo: “En una asamblea de HH.:, tanto en Leipzig como en Frankfurt, compuesta de gente de letras, ciencias, etc. Después de haber cenado en una Logia ordinaria, hizo que nos despojáramos de todos los metales, y él se preparó una mesita aparte sobre la cual había una pintura que contenía todo tipo de figuras y caracteres, desconocidos para mí.  Hizo que recitáramos una oración bastante extensa y “muy eficaz”, y nos encerró en un círculo.  A eso de la una de la mañana, escuchamos un ruido de cadenas, y poco después los tres grandes golpes de manera asombrosa, en la misma sala, donde estábamos tendidos en el piso.  Después comenzó a recitar una especia de oración con su segundo ‘en un lenguaje que yo no comprendía’. Luego por la puerta, que antes había estado cerrada con cerrojo, entró un fantasma negro que él llamaba ‘el espíritu malvado’ y con el cual habló en el mismo lenguaje’. El espíritu le contestó a su vez, y se retiró a su orden. A eso de las dos, apareció otro con las mismas ceremonias. Esta vez blanco, llamado ‘el buen espíritu’ y que despidió del mismo modo.  Después de todo ello, cada uno se marchó ensimismado, la cabeza llena de quimeras...”
Eques a Capite Galeato” declara que otro testigo le “dio a entender que todos estos hechos, de tanto renombre, no eran sino resultado de prestigios físicos, con la ayuda de la prevención o credulidad de los espectadores”.  Sin embargo, el Dr. Koerner confiesa “no haber logrado todavía conciliar los relatos contradictorios que se hicieron acerca de este hombre”, y el H.: Massenet asegura que “fue este mismo hombre que manifestó ante el príncipe Charles de Courlande28, al mariscal de Saxe29, en presencia de seis testigos que, en su totalidad, declararon las mismas circunstancias, y aseguraron la realidad del hecho, a pesar de que antes no habían tenido ninguna propensión a creer nada semejante”.
Por nuestra parte ¿qué debemos creer de todo esto? Seguramente nos resulta todavía más difícil que a sus contemporáneos formarnos una idea clara y definida sobre la naturaleza de las “obras pneumatológicas” de Schroepfer, cuyos mismo alumnos, como el barón de Benst, chambelán del Elector del Saxe, aún se encontraban, de creer a Savalette de Langes, “en el mismo punto” que los “Philatethes” en la búsqueda de la “verdadera luz”. Luego de “vistos tantos doctores, Teósofos, Herméticos, Cabalistas, Pneumatólogos”, se trata en realidad de un muy mediocre resultado!30.
Todo lo que puede decirse con certeza es que, si en algún momento Schroepfer poseyó algunos poderes reales, tales poderes fueron de un orden más inferior que los de Gugomos.  En suma, personajes como éstos no fueron evidentemente iniciados sino muy imperfectos, y de una u otra manera desaparecieron sin dejas huellas, luego de jugar un papel efímero como agentes subalternos, y posiblemente indirectos, de los verdaderos “Superiores Incógnitos”31
Como dijo muy justamente Benjamin Fabre, “Cabalistas judaizantes y magos ‘al mismo tiempo’ impostores y bribones, tales fueron los maestros de Starck”.  Y agrega “De tan buen escuela este inteligente discípulo supo sacar provecho, como ya lo veremos”.
El siguiente artículo32, consecuentemente, está consagrado al H.: Starck (”Archidemides, Eques a Aquila Fulva”) al cual encontramos en la Asamblea General de Bruswick (22 de mayo de 1775) enfrentándose con el barón von Hundt (“Eques ab Ense”), fundador de la “Estricta Observancia”, y contra quien “contribuyó para alejarlo de la presidencia de la Orden”, bien que sin lograr que sus propias pretensiones prevalecieran. Como volveremos sobre este punto más adelante, no insistiremos por ahora en el tema. Indiquemos que en 177933 Starck promovió otro intento que tampoco resultó, y que Thory refiere en estos términos: “El doctor Stark (sic) convoca en Mittau a los ‘Hermanos’ y a los ‘Clérigos de la Estricta Observancia’. Pese a que trató de conciliar sus debates, fracasó con este proyecto34.
 “Eques a Capite Galeato” relata así el final, real o supuesto, de los “Clérigos de la Lata Observancia”:
“En una de las ‘Asambleas Generales Provinciales’ en Alemania del ‘Régimen de la Estricta Observancia’, se presionó a los miembros con cuestiones que no supieron o no quisieron contestar. Por lo que se dice, dos de ellos (Starck y el barón de Raven), que dijeron ser los últimos (de estos ‘Clérigos’ o ‘Clerici’) se presentaron al dimisión el uno al otro, y renunciaron totalmente a propagar su Orden secreta. 
Algunos consideran que tal dimisión fue simulada, y que, no habiendo encontrado en la ‘Estricta Observancia’ propagadores de su agrado, fingieron renunciar con objeto de que no se siguieran sus huellas y se los pudiera olvidar. De todos modos, el H.: Starck, sabio masón y sabio ministro del Santo Evangelio, quien por lo que se me asegura fue uno de los ‘Clerici’, publicó gran cantidad de obras, en las cuales no es imposible dejar de apreciar, hasta cierto punto, los conocimientos y el objetivo de su Orden secreta.  Las obras de las que tuve conocimiento son; La apología de los F.: M.:, La finalidad de la Orden de los F.·. M.·.35, Sobre los Antiguos y los Nuevos Misterios.  Hay traducciones de las dos primeras”36.
Hay que agregar que en 1780 “atacó públicamente el ‘sistema de los Templarios’, como contrario a los gobiernos y sedicioso, en un folleto titulado: ‘La piedra que obstaculiza y la piedra del escándalo’”37 
Es posible que los “Clerici” se hayan perpetuado secretamente; en todo caso Starck no desapareció de la escena masónica, pues vemos que lo convocaron a la “Asamblea General Masónica de Paris” en 178538. A pesar de su desventura conservaba una gran autoridad. ¿Debemos acaso sorprendernos cuando vemos que, al fallecer el barón von Hundt, se mandó acuñar una medalla en honor de este otro “sabio Masón”39 que por su lado fue por lo menos sospechoso de impostura y mistificación?
En cuanto a los conocimientos particulares que los ‘Clerici” pretendían poseer exclusivamente, citaremos lo que dijo al respecto el H.·. Meyer40, en carta a Savalette de Langes de 1780: “Vos sabéis que hubo ‘Clerici’ en el Capítulo de cierta Orden que no nombro41, y se pretende que fueron los únicos depositarios de la ciencia o del secreto. Esto no conforma a los Masones modernos que siente carcomerse de curiosidad: luego de haber sido armados “Caballeros” piden, además de la espada, el incensario. La facilidad con que se comunica este grado no previene por cierto en su favor; además los que lo poseen no sabe sino algunas palabras enigmáticas extras”.  Por lo tanto los HH.: ya admitidos a Altos Grados que ingresaban en este “sistema”, más “interior” o que así se autotitulaba, no encontraban mayormente sin duda el “secreto de la Masonería”, y no se transformaban todavía en “verdaderos iniciados”.
Lo verificado nos recuerda estas palabras del H.·. Ragon: “Ningún grado conocido enseña ni desvela la ‘verdad’. Solamente ‘aligerará’ el velo... Los grados que se practican hasta hoy produjeron Masones y no ‘iniciados’42. Por lo tanto sólo más allá de los diversos “sistemas”, y de ningún modo en uno u otro de ellos, puede descubrirse a los “Superiores Incógnitos”. No obstante, en lo que concierne a las pruebas de su existencia y de su acción más o menos inmediata, no son difíciles de hallar sino para quien no quiere verlas.  Esto es lo que más especialmente queríamos resaltar, y al menos por el momento nos abstendremos de formular otras conclusiones.







Publicado originalmente, sin firma, en La France Antimaçonnique, números del 20 de noviembre y 4 de diciembre de 1913 y retomado en Etudes Traditionnelles, junio de 1952.
Publicaciones Masonicas Herbert Oré Belsuzarri





1 Él mismo fue secretario general de la “Asamblea General de Paris” en 1785, y en tal oportunidad fue encargado, en primer lugar a él solamente y luego junto con el H.: barón de Gleichen, de iniciar contactos con Cagliostro para sondear sus intenciones. Sin embargo es importante observar que partió precipitadamente no bien se le encargó de escribir cierta carta a la “Logia Madre del Rito Egipcio”, y se lo tuvo que reemplazar por el H.·. de Beyerlé (“Eques a Fascia” en la “Estricta Observancia”). Los documentos relativos a este asunto de Cagliostro en la “Asamblea General Masónica de Paris” fueron publicados por el H.·. Thory en sus Acta Latomorum, tomo II, pág.102-127.

2 O “de la Alta Observancia”(?) según Thory (ídem, t omo I, pág.103).

3  El H.: Ragon y varios otros autores masónicos, inclusive el H.: Limousin, se encargaron de propagar esta leyenda, así como aquella otra que atribuye a los Jesuitas la creación de la “Estricta Observancia”. El H.: de Ribeaucourt se refiere también a los “Superiores Incógnitos”, de “jesuítica memoria”. En efecto se ha pretendido que las iniciales S. I. (o S. J.) (N. d. T. “Superieures Inconnus” en francés)  deberían interpretarse por “Societas Iesu”, y hasta se llegó a crear una especie de juego de palabras, probablemente a sabiendas, sobre “Clerici”, término que hubiera debido interpretarse más bien en el sentido de “sabios”, poseedores de ciertos conocimientos particulares, en lugar de aquel de “eclesiásticos”.  Algunos llegaron hasta ver igualmente a los Jesuitas en el origen del “Gran Oriente de Francia”. En verdad parece tratarse de una verdadera obsesión.

4 Se trata de los “Rosacrucianos” que publicaron hacia 1610 la Fama Fraternitatis, seguido por otros varios manifiestos, que Descartes buscó vanamente por toda Alemania. Muchas sociedades modernas con pretensiones iniciáticas, no se fundamentan más que sobre el estudio de las doctrinas y de las teorías contenidos en tales escritos. Sus adeptos (?) creen de esta manera vincularse “místicamente’ con quienes fueron sus autores. Las tendencias de éstos fueron muy claramente “protestantes” y “antipapistas”, hasta tal punto que Krauzer interpretó las tres letras F.R.C. (“Frater Rosaecrucis”) por “Frater Religionis Calvinistae”, “puesto que decoran sus obras con textos apreciados por los Reformistas” (citado por Sédir, Histoire des Rose-Croix, pág.65). Tal explicación puede ser, si no más exacta literalmente, al menos más adecuada que aquella otra que identifica a los “Superiores Incógnitos” con los Jesuitas, o que la opinión del H.·. Ragon que atribuye a los mismos Jesuitas la invención del grado masónico que lleva precisamente el nombre de “Rosacruz”.

5 Queremos destacar este pasaje por ser particularmente importante por lo que concierne a la “adaptación” de la enseñanza iniciática a las capacidades, intelectuales u otras, de cada uno de aquellos que eran admitidos. Ciertos ocultistas contemporáneos, perseguidos siempre por la misma obsesión, sostiene que los verdaderos sucesores de los “Templarios” en esa época fueron los “Jesuitas”, que habrían retomado por su cuenta el plan de venganza contra la Realeza, y cuyos agentes más activos en tal empresa habrían sido Fénelon(!) y Ramsay (ver Papus, Martinésisme, Willermosisme, Martinisme et Franc-Maçonerie”, pág. 10-11). Bajo la influencia de semejantes ideas se llegó, contra toda verosimilitud, a convertir a los Jesuitas en los inspiradores y jefes secretos de las “Iluminados de Baviera”.  Es cierto por otra parte que ni siquiera se vacila en presentar al barón von Hundt como “el creador de la Alta Masonería alemana” o “Iluminismo alemán” (ídem, pág. 67). ¡Singular manera de escribir la historia!

6 Como este último a su vez se “superponía” como todos los demás “sistemas de altos grados” a la organización exterior de la “Masonería Simbólica”.

7 N.del T.: “Caballero por la espada”.

8 N.del T.: “Caballero de la pluma roja”.

9 El misterioso Gran Maestre del que se trata y que no debe ser confundido con el “Superior General” oficial de las Logias de la Estricta Observancia es el duque Federico de Brunswick-Oels, “Eques a Leone Aureo” (N. del T: “Caballero del León de Oro”) ascendido a tal dignidad en 1772 en la Asamblea General de Kohlo, cerca de Pforten, en la Baja-Lausitz (Acta Latomorum, t. I, pág. 103 y t II, pág. 296).  Tampoco se trata del “Gran Maestre de los Templarios” reconocido oficialmente por la Estricta Observancia después de la “Reforma de Wilhelmsbad”: este último personaje fue de 1743 a 1788 el pretendiente Carlos Eduardo Estuardo, “Eques a Sole Aureo”( N. del T. “Caballero del Sol Dorado”), quien tuvo como sucesor al duque Fernando de Brunswick, “Eques a Victoria”, de 1788 a 1792, después a partir de esa fecha el príncipe Charles de Hesse, “Eques a Leone Resurgente” (Ídem, t I, pág. 283, y t II págs. 295, 333 y 384).

10 Thory (Obra citada, tomo II, págs. 136 y 328) escribió “Cyano” en lugar de “Cygno”, sin dudas se trató de un error. (N.del T.:  “Caballero del Cisne Triumfante”)

11 Citado  en el artículo de Benjamin Fabre.

12 Histoire pittoresque de la Franc-Maçonnerie, pág. 187.

13 Sería tal vez un error tomar al pie de la letra esta designación de “Chipre”, ya que la Alta Masonería del siglo XVIII tenía toda una geografía convencional sobre la que volveremos oportunamente.

14 El H.·. Clavel tomó casi textualmente este pasaje de las Acta Latomorum de Thory (tomo I, págs. 117-118, año 1775).

15 Los judíos de África del Norte son “Sefardíes”, vale decir descendientes de Judíos españoles y portugueses, y pretenden poseer la “tradición” (Kábbala) mucho más pura que la de los “Ashkenazim” o judíos alemanes.

16 Recordemos al respecto la existencia de los “productores de lluvia” en gran cantidad de pueblos, y particularmente entre los negros de África, donde son contados entre los miembros más influyentes de las diversas sociedades secretas.

17 ”El barón de Waechter, embajador danés en Ratisbona, ardiente custodio del ‘Sistema de la Estricta Observancia’, en donde era conocido con el nombre de ‘Eques a Ceraso’” (Thory, ob. cit., t.II, pág. 392). Benjamin Fabre había consagrado otros artículos al personaje.

18 La carta del príncipe Carolath data de 1781, el año previo a la reunión de la Asamblea General en Wilhelmsbad.

19 Podríamos agregar que este ejemplo todavía se sigue, cuando cabe la ocasión, aún en nuestra época, por varias obediencias Masónicas.

20 El mismo barón von Hundt no podía explicar su propia carta patente cifrada. Más tarde, los miembros del “Gran Oriente de Francia” tuvieron que renunciar a leer las dos columnas de signos convencionales que figuraban sobre el “título constitutivo” del “Rito Primitivo” (ver el Cap. V de la primera parte de la obra de Benjamín Fabre).Subrayamos lo que a este respecto dijo “Eques a Capite Galeato”: “... que tales columnas se encuentran ante una de nuestras Logias, visto que no llevan consigo por otra parte ningún certificado, ni indicio de su cualidad”(pág. 63).

21 Ciertamente todo lo dicho parecerá fabuloso a ciertos antimasones, historiadores escrupulosamente fieles al “método positivista”, para quienes la existencia de los “Superiores Incógnitos” no es sino una “pretensión masónica concluyentemente falsa”. Pero tenemos nuestras razones para no subscribir tal juicio demasiado... definitivo, y tenemos plena conciencia de no proponer aquí nada que no sea rigurosamente exacto. Los que no quieran remitirse sino a documentos escritos, son dueños de defender todas sus “convicciones”... negativas!

22 En esta fecha, después de hablar de Gugomos (quien recordemos había recibido por lo menos una parte de su iniciación en Italia) Thory agrega: “El barón de Waechter (“Eques a Ceraso”) era diputado en Italia por la antigua ‘Gran Logia Escocesa de la Franconia’.  El motivo oculto de este viaje fue el de reunir a los masones italianos con los de Franconia; el motivo aparente fue buscar el secreto de la Orden, que se decía conocido en tales parajes.  Instituyó algunos Capítulos”(obra citada, t.I, pág. 118).

23 Citaremos sólo una frase de una segunda carta del príncipe de Carolath, que revela inclusive la inspiración judía de Gugomos: “En el Congreso de Wiesbaden, Kukumus pretendió realizar un sacrificio que sería consumido por el fuego del cielo en el ardor de su plegaria”. En un orden similar de ideas podrían hallarse curiosas enseñanzas estudiando a los “Elegidos Cohen”, tanto como en el rito “egipcio” de Cagliostro.

24 Para finalizar con Gugomos anotemos todavía que, según “Eques a Capite Galeato” Gugomos exigía “pruebas” de todos sus discípulos: tales “pruebas” consistían principalmente ‘en grandes ayunos y en proporcionar solución a problemas muy sutiles’. Hay que recordar la aplicación de estos dos procedimientos iniciáticos, pues permite establecer analogías instructivas sobre las cuales tendremos ocasión de volver.  Parecería que como dice el barón von Hundt “Kukumos mostró una patente extraordinaria”, lo cual como vimos anteriormente, nada prueba en favor o contra de la realidad de su “misión”, de igual modo que la negativa esgrimida por los HH.·. de los Altos Grados de reconocer a los “Superiores Incógnitos” y de comprometerse a someterse a ellos (sin conocerlos), no implica forzosamente la negación de su existencia, a pesar de lo que pudieran decir los historiadores “positivistas”.

25 Ver pág. 84 de la obra de Benjamín Fabre.


26 La Bastille”, numero del 13 de septiembre de 1913.

27 Thory dice lo siguiente: “1768, 29 de octubre, Schroepfer se establece como cafetero y abre su café en Leipzig.  En una Logia de la ciudad instituye su sistema, fundado en evocaciones y magia. A continuación fue perseguido y denunciado como impostor y estafador. Seis años más tarde (el 8 de octubre de 1774) se salta la tapa de los sesos en el ‘Rosenthal’, cerca de Leipzig, a la edad de 35 años”. (Ob. Citada, t.omo I, pág.94)

28 “Carlos, duque de Courlande, miembro de la ‘Estricta Observancia’ con el nombre característico de "Eques a Coronis’” (ídem, t.II, pág.304)

29 El hecho debió ocurrir entre 1768 y 1774. El mariscal de Saxe, muerto en 1750, también fue masón y obtuvo (al igual que el príncipe de Conti) numerosos votos para la Gran Maestría (de la Masonería Francesa)  en la asamblea de elección del conde de Clermont en 1743 (ídem, tomo II, pág.378).


30 Puede lograrse un juicio por medio de las cuestiones (“Proponenda”)  sometidas a la Asamblea General de Paris, convocada en 1785 por los “Philatethes” (ver Thory, o.c., t.omo II, págs. 98-99).  En nuestros días, ciertos ocultistas trataron de la mismas cuestiones de manera demasiado fantasiosa, que comprueba además que ellos también se encuentran “en el mismo punto”.

31 Parece que lo mismo pudiera aplicarse a Kolmer, ya mencionado, e inclusive a Schroeder, maestro de los Rosacruces de Wetzlar, a veces confundido por error con Scroepfer, y que Thory describe simplemente con estas palabras: “Schroeder, apodado el Cagliostro de Alemania, introdujo en la Logia de Sarrebourg, en 1779, un nuevo sistema de magia, teosofía y alquimia”(O.c. tomo I, pág. 141, y t. II, pág. 379).

32 La Bastille”, número del 20 de septiembre de 1913.

33 Precisamente el año cuando apareció Schroeder o al menos su sistema. Tal vez no sea sino una coincidencia, aunque también es posible que hubiera una vinculación entre todos estos personajes, e incluso, sin ser conscientes de ello.

34 O.c., tomo I, pág. 141.

35 Uber den Zweck des Freymauser Ordens, 1781 (Thory, o.c., t.I, pág. 368)

36 Thory cita además las siguientes obras: Saint-Nicaise, ou Lettres remarquables sur la Franc-Maçonnerie”, Leipzig, 1785-1786 (Ídem., pág. 373); Sur le catholicisme caché des Jesuites, et leurs machinations pour faire des prosélytes” (“Uber Kripto-Katholicismus etc.”), Frankfurt, 1787-1789 (ídem. Pág. 376).

37 Der Stein des Antosses.. etc. (Thory o.c., t.I, págs 146 y 367).

38 Ver el listado proporcionado por Thory (o.c., t.II, pág. 95)

39 ”Thory (o.c., t.I, pág. 123) agrega que dicha medalla “tiene un retrato muy parecido del célebre masón”.

40 Este H.: Meyer fue convocado a la Asamblea General de París en 1785, y Thory lo designa de este modo: “de Meyer, mayor ruso, de Estrasburgo” (o.c., tomo II, pág. 95). El mismo autor lo identifica, quizá erróneamente, con el escritor que tradujo del inglés al alemán una obra titulada La Francmasonería no es más que un camino al infierno (ídem, t. I, pág. 153, y t.II, pág. 354)

41 Se trata evidentemente de los “Templarios”.

42 “Ritual del Grado de Maestro”, pág. 34. Ragón cita a continuación las muy conocidas palabras del H.·. J.J. Casanova sobre “El secreto de la Masonería”, que no hacen sino confirmar tal declaración.